Seguramente has oído hablar del arte de recomponer una pieza de cerámica rota. Esta técnica se originó en Japón y tiene un nombre: Kintsugi . La palabra en sí no parece significar mucho. Pero cuando intentamos comprender todo lo que hay detrás, nos damos cuenta de que está llena de significado.
Kintsugi es una filosofía de vida creada para ayudarnos a ser más felices y amarnos más. Y antes de preguntar: "¿Cómo puede una técnica japonesa de reparación de piezas de cerámica rotas relacionarse con la felicidad humana?", nos adelantaremos. La relación con nuestro bienestar tiene que ver con la historia detrás de un objeto roto, que puede ser una metáfora de algo dentro de nosotros que consideramos un defecto o algo que nos disgusta. En Japón, la base de esta antigua filosofía sostenía que un objeto dañado sería único y más bello, precisamente por todas las imperfecciones que lo llevaron allí y que formaban parte de él. Ese mismo objeto nunca debe reemplazarse ni repararse imperceptiblemente, y sus grietas deben aceptarse, en lugar de camuflarse o esconderse a la perfección.
Mirando hacia el futuro, respetando y honrando el pasado, las huellas de las experiencias siempre deben estar presentes. Y es siguiendo esta línea de pensamiento que el Kintsugi se ha convertido también en una forma de ver la vida. La premisa no es ocultar la imperfección, sino embellecerla.
Los mensajes de la técnica
Hay varias lecciones que podemos encontrar en esta filosofía, a saber:
1. Cuando un objeto que nos gusta se rompe, no significa que ya no sea útil (sus pedazos pueden llegar a ser valiosos);
2. Debemos intentar reparar los objetos, porque al hacerlo podemos hacerlos aún más útiles;
3. Todo esto se trata de resiliencia (debemos buscar siempre la manera de afrontar los eventos traumáticos de forma positiva, y aprender de las experiencias negativas, tomando lo mejor que nos han dado y convenciéndonos de que son estas experiencias las que nos hacen personas valiosas y únicas).
Este arte y el ser humano
Aunque a menudo nos sentimos aliviados cuando los demás son honestos, nos da miedo exponernos. Vemos la honestidad de los demás sobre sus defectos como algo positivo, pero nos resulta mucho más problemático admitir los nuestros. Esto sucede porque entendemos las experiencias ajenas de forma abstracta, pero vemos las nuestras de forma muy concreta.
Esta filosofía también nos dice que ninguna experiencia en la vida es desperdiciada. Todo lo que hacemos puede servir de lección, incluso si es algo que no pretendemos repetir. Los errores pueden ser las experiencias más importantes y efectivas de todas. La actitud más sabia es "arreglarse" cuando ocurre lo inesperado.
Todo esto también aplica al enfoque físico de los seres humanos. Los signos físicos de una larga vida no tienen por qué ser motivo de vergüenza, al igual que la perfección no tiene por qué ser una meta, ya que no somos productos manufacturados. El Kintsugi aprovecha lo que ya existe y ve la belleza en ello, incluso con sus defectos.
La persona que eres es suficiente. Y todos podemos aprovechar lo que ya somos y tenemos, incluso lo que consideramos defectos, para convertirnos en personas más hermosas. Estas "grietas" son las que nos dan nuestra personalidad y carácter únicos. Así que, la próxima vez que necesites arreglar esa pieza rota, recuerda todas estas lecciones y aplícalas también en tu vida.