Dignidad menstrual: un derecho humano desatendido en todo el mundo

En todo el mundo, las adolescentes abandonan la escuela por una razón: la menstruación. Más de 800 millones de personas menstrúan a diario. Sin embargo, para muchas, el acceso a la higiene se considera un lujo.

La vergüenza cultural asociada a la menstruación y la escasez de recursos impide que millones de niñas y mujeres de todo el mundo asistan a la escuela y trabajen a diario. La falta de acceso a productos sanitarios, educación sobre higiene menstrual, baños e instalaciones para el lavado de manos constituye la pobreza menstrual, una situación muy grave en las poblaciones de muchos países en desarrollo.

Las Naciones Unidas estiman que una de cada diez niñas y niños en África falta a la escuela durante su ciclo menstrual, lo que implica perder el 20% de su educación. En los países en desarrollo, solo el 27% de las personas cuentan con instalaciones adecuadas para lavarse las manos en casa, según UNICEF. La imposibilidad de usar estas instalaciones dificulta el manejo seguro y digno de la menstruación.

Las niñas con necesidades especiales y discapacidades, a su vez, carecen de acceso a las instalaciones y recursos necesarios para una higiene menstrual adecuada. Vivir en zonas afectadas por conflictos o desastres naturales también dificulta que muchas mujeres puedan controlar sus períodos.

UN RIESGO PARA LA SALUD

Según UNICEF, la mala higiene menstrual puede suponer riesgos para la salud física y se ha vinculado con infecciones reproductivas y del tracto urinario. Al mismo tiempo, impide que las mujeres alcancen su máximo potencial profesional al perder oportunidades cruciales para su desarrollo. Las mujeres jóvenes con falta de educación tienen mayor probabilidad de casarse jóvenes y, como resultado, experimentar embarazos precoces y complicaciones durante el mismo, además de sufrir problemas como desnutrición o violencia doméstica.

Mentalmente, la indignidad menstrual también puede tener un impacto negativo, ya que hace que las mujeres se sientan avergonzadas de un proceso biológico normal en sus cuerpos.

EL IMPACTO DE LA PANDEMIA EN ESTA REALIDAD

La mala calidad de vida que enfrentan a diario las personas de bajos ingresos o sin hogar se ha visto agravada por la pandemia de COVID-19, lo que dificulta que muchas puedan controlar sus períodos. Muchas mujeres han perdido el acceso a los productos e instalaciones de higiene de los que antes dependían.

Alrededor de una de cada cuatro personas de entre 13 y 35 años informó tener más dificultades para controlar su período desde el comienzo de la pandemia, según una encuesta realizada por las organizaciones internacionales WASH United , la Asociación Mundial de Guías Scouts (WAGGGS) y UNICEF.

¿PODEMOS DETENER EL PROBLEMA?

El primer paso para superar esta realidad es normalizar la menstruación y romper los tabúes que rodean este proceso natural. Es crucial tomar medidas para facilitar el acceso a productos menstruales, sanitarios e higiénicos. Numerosos activistas y defensores exigen que los gobiernos prioricen las políticas de igualdad menstrual. Sin embargo, este problema sigue siendo un desafío.

A nivel mundial, la organización WSSCC ha estado trabajando para mejorar el saneamiento y la higiene de las poblaciones vulnerables, rompiendo el estigma de la menstruación y cambiando las políticas nacionales a través de la educación y el cambio de comportamiento.

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