La historia detrás del poder de los cristales es milenaria. Se cree que aprovechan y amplifican enormemente la energía del Sol y la Luna, beneficiándonos a múltiples niveles y conectándonos con la Madre Naturaleza. De generación en generación, el conocimiento y la fuerza que estos preciosos minerales adquieren les permite sanarnos gracias a su alta vibración. Sin embargo, para que esta conexión sea posible, deben purificarse y renovarse adecuadamente.
Los cristales se suelen usar para calmar la mente, el cuerpo y el espíritu. Para que cumplan su función, es importante que se alineen con nosotros y nos proporcionen las condiciones necesarias para absorber la negatividad que queremos liberar.
Si pretendemos utilizar un cristal para un propósito curativo particular, necesitamos limpiarlo y recargarlo regularmente para devolverlo a su estado natural y más puro.
Cuanto más uses una piedra, más energía concentrará en ti, por lo que es importante limpiarla al menos una vez al mes. Después de la limpieza, debería sentirse más ligera al tacto y deberías colocarla cerca de plantas o ventanas para que absorba las vibraciones curativas naturales.
La revitalización de los cristales se puede realizar a través de:
1. Luz natural . La limpieza se centra en puntos específicos del ciclo solar/lunar, pero podemos recargar un cristal en cualquier momento. Debemos colocarlo al aire libre antes del anochecer y traerlo a casa antes de las 11:00 a. m. para evitar la luz solar directa.
2. Agua corriente (preferiblemente de un manantial o arroyo) para neutralizar la negatividad acumulada. En este caso, la piedra debe sumergirse completamente durante un minuto; esta opción no es válida para cristales más frágiles, como la selenita.
3. Agua salada . Si estás cerca del mar, puedes llevar a casa un recipiente con agua salada o mezclar sal de mesa con agua corriente. Los cristales deben sumergirse durante unas horas (máximo 48 horas). Este método solo se puede usar con piedras más duras.
4. Tierra . Colocar un cristal directamente en la tierra es una forma adicional de purificación. Se recomienda enterrarlo en un jardín o en un florero, retirarlo al día siguiente y enjuagarlo con agua corriente. Dejar secar al aire.